Sarah Jessica Parker en " I don't know how she does it"
Tienes un trabajo que te apasiona. Una pareja comprensiva, una asistente súper eficiente y un
jefe inteligente y por si fuera poco atractivo. Si tienes todo esto,
felicidades, pero si no continúa leyendo.
Hoy día las mujeres somos madres, esposas, ejecutivas,
presidentas de asociaciones de padres de familia, o incluso de algún país y muchos otros roles que
desempeñamos con gran éxito. En los equipos de trabajo, poseemos cualidades
particulares que nos hacen indispensables como el sentido de colaboración y
protección, intuición y toma mesurada de riesgos, entre otras.
Sin embargo, no es casual
también que estas mismas mujeres que han trascendido en el ámbito de los
negocios, la política, el deporte, y las relaciones familiares, sufran también
más de estrés y enfermedades como la depresión y la ansiedad, los dolores de
cabeza – cefaleas y migrañas-, gastritis, síndrome de intestino irritable,
hasta otras más complejas como la fibromialgia, el síndrome del corazón roto y otras. Estas son las pacientes que vemos con mayor frecuencia en el consultorio,
pero también las amigas, las esposas, y las colaboradoras que trabajan con
nosotros y que vemos día a día en una lucha incansable por ser esas
“supermujeres”.
Contrario a lo que la mayoría de la gente suele pensar, la
vulnerabilidad del llamado “sexo débil” no se relaciona exclusivamente con
cuestiones hormonales, sino también con ciertas características particulares
que poseemos y que si bien pueden ser consideradas por algunos como atributos,
pueden ser en sentido opuesto, factores que jueguen en nuestra contra y limiten
nuestro desarrollo personal, familiar y profesional. Cabe aclarar que decir que TODAS las mujeres somos así, sería una generalización improcedente, pero si, que estos son patrones que con mucha frecuencia observamos, tanto en la clínica como en la vida cotidiana.
Algunas de esas características o patrones que podrás reconocer en ti misma, o en otras mujeres que conoces (también si eres hombre podrás saberlo) son:
Algunas de esas características o patrones que podrás reconocer en ti misma, o en otras mujeres que conoces (también si eres hombre podrás saberlo) son:
·
Las mujeres somos perfeccionistas. Lo cual
encaja muy bien hoy en nuestros días con los sistemas de calidad en las
empresas, en los que todo debe salir no solo bien, sino P-E-R-F-E-C-T-O y a la
primera. La realidad es que LA VIDA NO ES PERFECTA, y la obsesión porque el
trabajo y la casa estén impecables, nuestros reportes, nuestros hijos obtengan
las mejores notas, etc. nos genera en muchas ocasiones, un desgaste
innecesario.
· A las mujeres nos encanta ruminar. La ruminación,
consiste en darle vueltas y vueltas a un asunto, como el perro que roe
incansablemente su hueso, como cuando
incansablemente nos preguntamos “por qué nos habrá dicho eso” o “por qué nos
miraría de esa forma” o “por qué no nos saludaría”. Esta práctica nos consume
de manera increíble una gran cantidad de energía mental e incluso física,
cuando dedicamos por la noche, largas horas de nuestro descanso para “pensar”
al respecto”.
·
Las mujeres somos incansables. En un día
cualquiera, solemos ser las primeras en levantarnos y las últimas en acostarnos,
si tenemos hijos nos aseguramos de vestirlos, peinarlos, preparar el desayuno,
llevarlos al colegio, ir a la oficina, recogerlos, hacer ( o al menos
supervisar) tareas, hacer labores domésticas, preparar la cena, compartir con
la pareja, etc. y como nos comenta una de nuestras pacientes “ pero mi esposo me
dice que no tengo derecho a enfermarme " (¿?)
·
Las mujeres somos multitasking. Se piensa que
las mujeres podemos hacer varias cosas a la vez, quedando demostrado que
atender a varias cosas a la vez en tareas de misma o alta complejidad, reduce
nuestra efectividad. Más información en “Hacer dos cosas a la vez realmente
funciona” en este blog.
·
Las mujeres somos competitivas. Si bien es
cierto que estamos todavía a una gran distancia de estar en posiciones
similares a las de los hombres en
términos laborales y económicos, la mayor competencia y el mayor desafío
que tenemos las mujeres es contra nosotros mismas. Tenemos que ser, una vez
más, las mejores en lo que hacemos.
·
Las mujeres nos sacrificamos. Sí, ser generosos,
como también hemos referido en este blog, eleva nuestro bienestar y sentido de
felicidad, pero cuando ese sacrificio implica hacer muchas cosas que no
deseamos o no hacer cosas que deseamos o bien necesitamos, como darnos un descanso, ir a esa cita
con el médico – como una persona que nos llamó diciéndonos que quería una cita,
pero que pensándolo bien mejor atenderíamos a su hijo, porque si él estaba
bien, ella también lo iba a estar (¿?)- o decir que no a esa amiga, estamos
sacrificando también nuestra capacidad de dar y nuestra salud física y mental:
nadie da lo que no tiene.
Por lo que si bien, y como señalamos al principio estas características pueden ser manejadas efectivamente, es importante seguir las siguientes recomendaciones para, como aquella vieja película “Ser mujer y no morir en el intento”:
1.
Aceptar que la vida no es perfecta, pero es
maravillosa, y merece la pena ser disfrutada. En este sentido, lidiar con los pensamientos
irracionales que te conducen a intentar ser perfecta.
2.
“Dejar ir”. Conceder un tiempo al análisis de
una situación, y posteriormente enfocarse en la solución de la misma, que
siendo o no la mejor solución, es conveniente acotar o concluir para ir a lo
que sigue.
3.
Darse tiempo para el descanso y hacer lo que nos
gusta. Y por supuesto, dedicar tiempo suficiente a cuidar de nuestra salud,
hacer ejercicio, comer sano y muy importante, acudir a nuestras revisiones
médicas.
4.
Concentrarnos en una tarea para reducir tiempos
y ser más productivas. Distinguir entre lo urgente y lo verdaderamente
importante.
5.
Buscar ser mejores sí, pero de manera sana y
manteniendo siempre el balance y la perspectiva.
6.
Aprender a delegar. Esto aplica tanto en el trabajo como en la casa. Es
importante que si tienes hijos, fomentes en ellos la cultura del trabajo en equipo,
asignándoles tareas acorde a su edad. Vence ese deseo aparentemente
irresistible de “sobreprotegerlos” y hacer todo por ellos.
7.
Aprender a decir que “no”. La asertividad es una
herramienta indispensable para mujeres y hombres, que nos permite ser más
eficientes y que aplica no solo a las cuestiones de trabajo, también a los
temas familiares y en nuestras relaciones interpersonales.
8. Pedir ayuda profesional. Si, platicar con las amigas puede temporalmente reducir nuestro malestar, pero cuando nuestras amigas se encuentran enganchadas en los mismos temas, pueden ser una ayuda poco objetiva y que solamente te servirá como desahogo y NO PARA CAMBIAR tus patrones disfuncionales de pensamiento y/o conducta.
Te invitamos a ser una mujer resiliente en el trabajo y en
tu vida personal. Lee nuestras Historias de Resiliencia y si estás interesada, contáctanos para obtener mayor
información sobre nuestros talleres o si lo deseas, consulta individual.
Si eres hombre, y conoces mujeres que pudieran verse
beneficiadas con este artículo, compárteselos. Si tienes a tu cargo los programas de equidad y género en tu empresa, los programas de salud femenina son nuestra prioridad.
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